LA COLIFATA


Las Jornadas sobre Salud Mental organizadas en la Biblioteca Social Enoch, ubicada en el Local Anarquista Magdalena de Madrid, entre el 25 y el 27 de noviembre, nos dieron pie para contar lo que sucede a más de 10 mil km. de distancia, en una gran ciudad que muchos de ustedes conocen y que se llama Buenos Aires. Durante esos días, Jorge Salgado, un argentino radicado en España, se presentó en nombre de un emprendimiento que lleva 14 años en la Argentina: LT22 Radio La Colifata. Él lleva adelante el Club de Amigos de La Colifata en Madrid y Zaragoza.

Jorge estudió enfermería y trabajó en el Hospital Borda, allá por los años previos a la última dictadura militar de 1976. Todas las emociones que vivió allí lo marcaron muy profundamente. “Al volver a Madrid, luego de un viaje a Buenos Aires en septiembre del 2004, decidí hacer algo para ayudar a las personas que llevan adelante la experiencia más interesante y apasionante del mundo en el terreno de la salud mental”, nos contaba. Y así fue como empezó a colaborar con La Colifata desde Madrid, apoyado por Pilar, su “compañera”, y muchas otras personas.

La Colifata (que en “argentino” significa loco) nació en 1991. Alfredo Olivera, psicólogo, decidió poner manos a la obra y desarrollar un proyecto que, años más tarde, trascendería las fronteras. Este emprendimiento tiene hoy un alcance mundial imparable: a partir de la idea de Alfredo, han surgido numerosas experiencias a lo largo y ancho de todo el mundo. Radio Nikosia, en Barcelona, es un ejemplo.

En cada emisión de La Colifata participan unos 50 pacientes, de los cuales el 60% está en situación de internación y el 40% toma a La Colifata como tratamiento ambulatorio. Los colifatos tienen un lugar en la radio y, según sus gustos, ejecutan diversos roles (locutor, corresponsal, conductor, etc.).Un grupo de tres profesionales psicólogos, un periodista y una trabajadora social guían su aparición en el éter los sábados, a partir de las 14:30, desde el Hospital Neuropsiquiátrico Pedro T. Borda, y es retransmitida luego con el formato de microprograma (tres minutos de duración) por más de treinta radios AM y FM de distintos lugares de Argentina y América.

Desde Madrid y Zaragoza, el Club de Amigos los ayuda dando a conocer las actividades que realizan y recaudando dinero para paliar las necesidades que tienen, que son muchas. Aunque parezca increíble, después de tantos años, en el Hospital Borda las cosas siguen casi igual: haga frío o calor, las transmisiones se hacen desde el patio del hospicio (que es un organismo estatal), bajo el cobijo de un árbol. La radio tiene un coste mensual que no es muy alto pero, al no tener una aportación fija, ni apoyo institucional, se les hace muy difícil llevarla a cabo. Ellos dependen, económicamente, de la ayuda desinteresada y voluntaria de integrantes del equipo y de gente de afuera. Las necesidades de los internos también son muchas, en especial afecto. Un afecto que, generalmente, no reciben de sus familiares. Muchas veces, este tipo de sufrimiento no es comprendido por el entorno del enfermo, y caen en el error del abandono. La culpa no es de unos ni de otros, sino del enorme estigma de violentos, peligrosos o insensatos que sufren estas personas. A través de La Colifata descubrimos lo que significa para ellos el prestarles un oído. Lo importante que es, también, darles la palabra, dejar que se expresen.

“Yo no veo la hora de que sea sábado. El sábado es lo único que tengo”, comentó un interno del Borda, activo participante de la radio, lo que da una idea de hasta qué punto es necesario para los enfermos. Según Alfredo Olivera, “la radio ayuda a disminuir su sufrimiento y acompaña procesos que derivan en la externación y, además, es un espacio de contención y de atención a aquellos pacientes que ya han sido externados”, lo que no es poco, teniendo en cuenta el grado de abandono que padecen. Ésta experiencia radiofónica actúa como socializador del interno, recluido en un lugar donde no tiene más cosas que hacer que tomar pastillas y esperar a que algo suceda. Este inmenso trabajo que empezó Alfredo (totalmente voluntario y con muchísimo esfuerzo) se ha multiplicado por quién sabe cuántas experiencias más alrededor del mundo y ha obtenido el reconocimiento de muchas instituciones. También, recibe ayuda de artistas y anónimos que se interesan por la causa. Pero no es suficiente (aunque sí, de una vital importancia). Radio La Colifata y todas las radios homólogas existentes (dicen que hoy en día es difícil no encontrar un taller de radio en un establecimiento como el Borda) es un complemento del tratamiento farmacológico, evitando que los internos dependan exclusivamente de las pastillas, y les da un espacio a quienes ya están afuera, que encuentran en la radio un lugar donde son queridos y bien recibidos.

Escuchar la radio es una delicia. ¿Por qué se los discrimina? ¿Por qué se los trata diferente? Por qué creemos que los que estamos afuera somos los cuerdos? ¿Qué significa estar cuerdo? Son muchas las preguntas -pero no las respuestas- que surgen cuando escuchamos la radio. La risa nos sorprende escuchando, por ejemplo, a Hugo López con su canción Soy Malo, o a María, sorpendida porque había creído que Viejas Locas (conjunto de rock local) era un grupo de viejas que tenian un grupo de rock. O, al contrario, sentir desgarrarnos el corazón con su poesía al dolor, relatada de una manera muy fresca y espontánea: “el dolor es un usurpador que se instala, se agazapa y espera ocasión, es como una garrapata que te chupa la vida… cuando entra en acción es más dueño de mi que yo, es amo y verdugo el señor. Sabe que en mi está su casa y no hay nadie que lo desaloje. ¿Sabrá que estoy cansada? ¿Sabrá que no es grato inquilino?”.

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