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Mostrando entradas de abril, 2009

a lo lejos

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Igual estoy delirando. Pero me dejo andar con los pelos al viento, soñando, soñando, soñando. Galopar sin rumbo con el viento y mi caballo. Aunque, en el fondo, yo siento que soy ese caballo. En un atardecer teñido de verde, con reminiscencias de lluvia, el sol cae sin que nadie se atreva a impedírselo. Él, como amo indiscutible de nuestro universo, decide alumbrar por última vez los esfuerzos quijotescos por volar alocadamente al ritmo de ese mismo viento. Son los viejos molinos que me traen el recuerdo de aquello que fuimos y aquello hacia lo que vamos.

sin palabras

Y si, sigo delirando. Pero indignada por la desfachatez de esas palabras envenenadas. Porque se cree superior. Porque cree que subió a lo más alto y que de allí no bajará. ¿Cuánto? ¿Unas perras? ¿Chauchas y palitos? ¿Un vuelto? ¿Las sobras? ¿Un precio? ¿Era esto el anhelo de su vida? Parece que lo ha conseguido. Su necedad le hace creer que ha conseguido al fin su tesoro. La soledad es aquello que encontrará muy pronto. Eso sí, en un palacio prestado, hecho de hielo, al que inevitablemente llegará en verano.

juego

Todo me parece nada. Todo me parece un juego. Jugamos a ser grandes, a ser adultos, a ser para siempre. Mientras tanto, las horas pasan. La soledad, el dinero, las estrategias, la apariencia, el periódico salmón… El interminable juego que acabará tarde o temprano sin ganadores ni perdedores es un juego en el que se gana o se pierde a medida que se juega. A todos los que vamos ganando nos encanta participar, aun sin tener bien claro donde está la victoria. Los que parece que van perdiendo saben que también, allí donde se termina la calle, nos espera por igual la nada.

¿y si si?

Por momentos quisiera preguntarle al aprendiz de brujo por mi destino. ¿Estará allí, en aquel remoto lugar, aquella sonrisa olvidada? De momento, todo parece indicar que si. Si las paralelas se cruzan en el infinito, y en mi camino se ha cruzado esa nube, ¿por qué no creer, entonces, que vuelve aquel mago de Oriente? Una sonrisa se dibuja en mi cara. Y sigo soñando, soñando, soñando.

¡Si, al fin volvieron!

Al apoyar la cabeza en la almohada se me vienen a la mente todas aquellas ideas que estuve maquinando de manera inconsciente durante todo el día. Hacía tiempo que sentía la necesidad de comunicarme a través de la palabra escrita. Pienso que estuve adormecida o, mejor dicho, ocupada en el caos universal e intentando comprender el por qué de la ausencia sensorial profunda. Si, creo que es eso: al final las emociones fuertes, esas que te llevan a escribir de manera compulsiva y frenética sobre una hoja de papel, destripando hasta el último pensamiento, sensación o sentimiento, estuvieron ausentes hasta hoy. Mientras, preparo mentalmente el viaje que me descubrirá un mundo desconocido pero anhelado para el que aun no tengo billete. Me zumban los oídos. Mi cuerpo, agotado, se deja caer en medio de la cama. La fiebre amenaza aparecer pero insisto en que esta vez no podrá conmigo. Tengo muchas cosas que hacer, mucho que preparar, demasiado que organizar. Y dejo a un lado las elucubraciones es