¡Si, al fin volvieron!

Al apoyar la cabeza en la almohada se me vienen a la mente todas aquellas ideas que estuve maquinando de manera inconsciente durante todo el día. Hacía tiempo que sentía la necesidad de comunicarme a través de la palabra escrita. Pienso que estuve adormecida o, mejor dicho, ocupada en el caos universal e intentando comprender el por qué de la ausencia sensorial profunda. Si, creo que es eso: al final las emociones fuertes, esas que te llevan a escribir de manera compulsiva y frenética sobre una hoja de papel, destripando hasta el último pensamiento, sensación o sentimiento, estuvieron ausentes hasta hoy. Mientras, preparo mentalmente el viaje que me descubrirá un mundo desconocido pero anhelado para el que aun no tengo billete.
Me zumban los oídos. Mi cuerpo, agotado, se deja caer en medio de la cama. La fiebre amenaza aparecer pero insisto en que esta vez no podrá conmigo. Tengo muchas cosas que hacer, mucho que preparar, demasiado que organizar. Y dejo a un lado las elucubraciones estratégicas, las tácticas kasparovianas, las obligaciones lectoras para aumentar las ilusiones que me esperan en un pequeño reino con sabor a diyon.

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