Contame una historia...

Amaneció otro día gris y gélido. Nada lo hacía interesante salvo las enormes posibilidades de disfrutar de la vista a través de la ventana. Decía siempre que era una bendición tener la oportunidad de ver un día frío y lluvioso a través de los cristales. Si, de verdad lo era. No tenía que salir a ninguna parte, no tenía que hacer nada, simplemente disfrutar. Pero llegó un momento en que se olvidó del placer que todo ello provocaba y empezó a elucubrar sobre sus tremendos deseos de injuriar a quienes, según su visión de las cosas, así lo merecían. ¡Qué diferentes puntos de vista tienen las personas!, pensó para si, y tenía razón. Todo cambia de color según los ojos en cuestión. En la selva no hay sutilezas. Y pensó: si viene una pantera, sabes que será para atacarte. Un león no te hará caricias. Una tarántula no te hará cosquillas con sus pelitos. Vivir en la selva no tiene que ser malo, porque se conoce el papel que cada uno de sus actores desempeña. Pero luego, en su fiebre contemplati

Jueves y viernes dedicados casi por completo al cine. Ninguna causa especial, sólo ganas de pasar unas cuantas horas evadida de la realidad. Solo un poco de tiempo para no pensar en nada: solo viajar por otros tiempos y otros lugares, casi todos lejanos. Lo logré. Luego de una amena caminata por el parque Juan Carlos I, incluido un paseo descalza por la hierba y unos 20 minutos al sol sintiendo la humedad del suelo penetrar mis huesos, volví a casa y me puse a ver Pride and Prejudice (Orgullo y Prejuicio). Una película de Jane Austen que jamás hubiera elegido salvo por la ausencia casi total en la biblioteca de películas en inglés con subtítulos en el mismo idioma, lo que ocurrió hoy mismo. Para mi sorpresa, disfruté como hacía rato que no lo hacía con una película: era justo lo que necesitaba: tener la sensación de que por fin el amor podía triunfar sobre todas las cosas. Un amor inocente, iluso, amor puro si los hay. Bueno, es una película que cuenta las desventuras de una madre y un

Desde el lunes estoy haciendo de enfermera. Lali, mi compañera de piso estuvo con anginas y no se podía levantar de la cama de lo mal que se sentía. De entrada me dijo que no quería tomar antibióticos y le dije, en plan Doctora Ciruela, que si llegaba a tener placas en la garganta, tendría que hacerlo y dejarse de romper, que luego no podría ir a trabajar si no se recuperaba. Al llegar el martes a casa la vi bastante desmejorada y al mirarle la garganta comprobé que lo que tenía no era solo un estado gripal común y silvestre. Bueno, entonces fui a una farmacia de turno que quedaba en el quinto pino a por una caja de amoxicilina. Para mi sorpresa y mi desagrado, no me quisieron vender nada de eso sin receta en nombre de la batalla contra la automedicación. Y yo pregunto: ¿por qué tantas vueltas si yo sé que es una angina normal, de las que tuve 700 en mi vida, y sé también que cuando vaya al médico, luego de esperar dos días a que me den turno, o de ir a unas urgencias donde tendré que

Retomo mi camino partiendo de un comentario sobre la India y sus circunstancias. Mis deseos de viajar han ido mermando en parte por esa necesidad que tengo de encontrar en mi lugar de destino algo seguro, de tener las cosas atadas. Un amigo diría que mi parte sagitario es la que domina en estos momentos. Es una opción. Entrando en la dinámica de conocer detalles de aquel país tan lejano a mis ojos, me ocupe de ahondar un poco más en su idiosincrasia. Tampoco mucho, digamos que asomé la nariz a una realidad disfrazada con magníficas telas de colores y caras amables. Otro buen amigo me animo a ver la Trilogía de Apu, del aplaudido director Satyajit Ray. Apu es un niño que nace en el seno de una familia pobre en un pueblo de la India. En la película, filmada en los años 50, vemos cómo se van sucediendo los hechos, en ocasiones trágicos, a lo largo de su vida (en general también trágica). Me impresionó el papel de la madre: una mujer sufrida, solo capacitada para atender a su familia, depe

Hoy recibí la edición 54 de Revista Argentina. Revista Argentina es una “revista” -como bien dice el nombre- que habla de muchas cosas relacionadas con nuestro país (creo que no necesito mencionar cuál es…). Me sorprendió mucho ver un trabajo maduro, equilibrado, con información muy variada y, además, estéticamente muy lograda. En Revista Argentina se pueden ver claramente los intereses tanto de los argentinos que viven aquí en España como de los que están allí, ya que quienes colaboran en ella constituyen un nutrido grupo de gente que vive realidades muy diferentes pero que comparten el “ser” argentino. Estoy muy contenta de pertenecer a este grupo. En este número publiqué un artículo (siguiendo en mi línea de brindar información sobre clubes de amigos) sobre los argentinos que viven y se asocian en Londres. He vivido muchas y muy buenas experiencias, he conocido mucha gente y estuve en contacto con personas que buscan lo mismo que nosotros en España pero en otro país, con costumbres