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A propósito de esta cuestión, quería mencionar dos películas que hablan (o mejor escrito, muestran) personas en distintas circunstancias de sus vidas que no dicen nada, no hablan, no emiten sonidos, son ellas y sus cuerpos y almas. Nada más. “El silencio” (Mohsen Makhmalbaf – 1998). “El gran silencio” (Philip Gröning-2005) y la más reciente “En la ciudad de Sylvia” (
Desde siempre me pareció que el poder estar con alguien sin hablar es (o debería ser) un requisito casi fundamental en toda relación de pareja o de amistad. Considero este hecho como algo mágico. Y otra cosa que pienso es que también sería magnífico poder no precisar de palabras para explicar nuestros sentimientos. ¡Qué maravilloso sería esto! Encontrar a alguien que con solo observarme se diera cuenta de todo lo que siento. Sin explicaciones, sin aclaraciones, sin rodeos, sin nada de nada, solo que me miren y sepan lo que me pasa. Pero sé que es pedir demasiado. Hoy en día estamos rodeados de frases que repetimos hasta el hartazgo, hablamos demasiado, explicamos muchas cosas, pedimos mucho, pero no decimos nada. Porque la mayor parte del tiempo que gastamos en esto es en vano. A las palabras se las lleva el viento. Los hechos son los que deberían contar.
Es por todo esto que defiendo el silencio como vía de escape a una sociedad colmada de discursos fútiles y totalmente carentes de previo razonamiento. Y me llamo a silencio yo, la primera. ¡BASTA YA! De hablar al pedo… como diríamos en mi barrio.
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