
Miro el cielo desde la cuarta planta y a lo lejos las montañas con muy poquita nieve en sus cimas. ¿El efecto invernadero? Así lo llaman. Pero no quiero hablar de esto sino de todo. De cosas sin sentido que sí lo tienen, de cosas que pasan y no pasan. De pensar una cosa y no otra, de defender lo que uno cree que está mal en contra de lo que otros creen o piensan que está bien. Cuando dos ideas diferentes pero que en el fondo parecen casi iguales chocan, el ruido de ese choque es aplastante, te deja sordo. Y con el ruido van muchas cosas, van las mil y una ideas erróneas que uno se hace de las cosas de la vida; van todas aquellas ideas que compartimos con todo el mundo sobre lo que hay y no hay que hacer, lo que esta bien y lo que está mal, lo bueno y lo malo, lo que hay y lo que no hay. Pero además de todo eso hay una cosa que también habría que tomar en cuenta: uno mismo y la infinidad de circunstancias que lo acompañan. Lo que no es poco. Un dolor de estómago profundo me llegó hasta ...